Noelia



Llevo tiempo acudiendo a darme un masaje con carácter periódico, justo desde que una lumbalgia algo agresiva me hiciera descubrir los placeres del hedonismo volcados en mi cuerpo. Me entregué con mucho gusto a ese placer, una vez que descubrí lo bien que me hacia sentir en el momento de autos, y lo fantásticamente que dejaba mi cuerpo una vez acabado y pasado el trámite operativo del mismo; y eso sin contar con los beneficios a largo plazo de tener los músculos sueltos, la circulación fluida y las contracturas bien controladas.

De esta manera, acudía cada dos semanas religiosamente a darme mi masaje de turno, hasta que un buen día me dio por probar cosas nuevas en torno a mi nueva faceta hedonista. Fue cuando comencé a probar otras disciplinas masajiles, tales como el masaje de aceite aromático, las pindas de vapor, el Shiatsu o el tradicional Thailandés... Y fue justo ahí donde redoble la apuesta...

El masaje Thailandes significó una vuelta de tuerca en mi capacidad para recibir placer corporal, ya que mezcla estiramientos para vagos, una necesidad y una realidad mezcladas en un solo cuerpo, el mío... y presiones fuertecitas en determinados nervios repartidos por todo mi ser, lo cual me produce una mezcla de dolor soportable y placer sobrevenido que podría parecer cercano al masoquismo, pero que no tiene nada que ver... Así que, a lo tonto, a lo tonto, acabé apuntado al centro de masaje thailandes el viernes que no tenía el otro masaje... Y a ambos acudo casi religiosamente, hasta el punto de que hay muy pocas cosas que me hagan renunciar a tamaños placeres...

Pero de los dos tipos de masaje, el que me tiene loco es el segundo... Quizás por la novedad, quizás por las connotaciones mitad zen, mitad budistas, que conlleva, quizás porque es más potente, intenso e impactante... O quizás por Noelia, mi adorada y fascinante masajista...

Porque cuando acudo a mi masaje tailandés quincenal, acudo a que Noelia me magree... Y si Noelia no está por lo que fuere, cambio la hora o hago lo que tenga que hacer para que esté... Mi cita quincenal es con el placer del masaje, pero también con Noelia, que me hace subir a las nubes, soñar con el edén, mezclarme con los dioses... que consigue que mi estrés desaparezca, que mi alma fluya, que mis pensamientos se resituen, que mi mente pare, que mi corazón lata más fuerte... 

Allí, con el ambiente más relajado que uno pueda imaginar, con prácticamente penumbra, con un olor a sándalo en forma de incienso que estimula sobre manera mi pituitaria, con una banda sonora que calmaría al mas fiero animal, y con mis ansias por recibir placer a flor de piel... allí es donde me abandono a lo que Noelia quiera hacer conmigo...

Comienza por los pies, clavando sus nudillos en las plantas, consiguiendo que un escalofrío recorra todas las partes de mi cuerpo en apenas unos segundos... Luego continúa por las piernas, apretando y estirando... y mi objetivo entonces es no llegar a mostrar ésa mueca que demuestre una pizca de dolor, es mantener mi sonrisa serena para ella, es aguantar el tipo...

Es entonces cuando con un leve susurro Noelia me dice que me ponga de lado... Apenas le oigo, pero lo acompaña de un toquecito que ya se que quiere decir que mi postura debe cambiar, y yo la cambio al instante... Permitiendo que Noelia siga aportándome ese placer no carnal, o si...

Cuando acaba por ese lado repite el susurro para cambiar de costado, y prosigue con su tarea, que no es otra que amansarme como si de un tigre enfurecido se tratara... Y cuando termina por ese lado, llega lo mejor... me dice que me coloque boca arriba, se sitúa sobre mi con sus piernas cruzadas, y la emprende con mi cuello, con mis vértebras, con mis sienes, con mis pómulos, con mi cuero cabelludo... Para terminar tapando mis oídos con sus manos durante un buen número de segundos... Y yo levitando...

Y digo levitando, física y emocionalmente, porque eso es lo que hago... Porque si en vez de Noelia fuera otra, me haría sentir bien, seguro..., pero Noelia me hace volar... 

Noelia es de origen canario, todo dulzor... Apenas llega a la treintena de años, pero sabe como hacerte sentir seguro... es tierna, sensible, suave en sus ademanes, siempre sonríe y nunca pone mala cara, por cansada que esté... pero a la vez tiene fuerza, mucha fuerza... Y es que estira mis músculos y clava sus nudillos en mi ser con una decisión pasmosa, con una dedicación brutal, con una fortaleza que acompasa con una especie de baile, como de lado a lado, que ejecuta con ritmo y cadencia como si fuera un mantra, que le sirve para volcar su peso sobre mi y multiplicar su presión, pero que a mi me cae como si de una lluvia de estrellas se tratara...

Noelia apenas habla... de hecho ninguno de los masajistas de este lugar lo hace..., lo que se convierte en que el misterio sobre su vida, su día a día, su devenir, su tiempo de ocio, sus amistades, y todas esas cosas, se acreciente... y me tenga loco...

Noelia no sabe que la adoro, o si... Porque al final quizás esas cosas se noten... no sabe que espero ansioso volver a verla cada dos semanas..., no sabe que me pongo mis mejores galas para ese día, aunque sea para un momento, porque enseguida hay que quitarse todo para ponerse el pijama..., lo que si debe observar, a poco observadora que sea, es que le sonrío como abobado, con esa cara de tonto de quien esta rendido ante ella, con esa tontería de quien babea cuando ella pasa, con esa falta de locuacidad de quien se deshace con su sola presencia...

Y así, quincena tras quincena... Sesión tras sesión... Masaje tailandés tras masaje tailandés... Y sin encontrar la manera de cambiar la dinámica, sin acertar a salir de aquella placentera rutina, sin terminar de proponer algo distinto que llevara aquella relación situacional hacia algo mas... Y aquello no podía seguir así, algo tenía que cambiar... Me daba pavor, porque para hacer evolucionar aquello había que forzar mucho, pero no me quedaba otra... Tenía que dar el paso, tenía que proponerle algún plan fuera de allí...

Le di mil vueltas, dejando en mantillas mi supuesta naturalidad... Estudié cada momento, medí cada línea de tiempo, ensayé cada posible frase de proposición... Pero mi miedo a reventar la magia me paralizaba...

Fue entonces cuando surgió la ocasión... La típica oportunidad en la que tenía que lanzarme aun a riesgo de moverme en las aguas movedizas de la improvisación... Aquel día cruzamos varias frases, y una era que le gustaba la comunicación, yo le dije que era periodista, ella dijo que qué guay, yo le contesté que le contaba lo que quisiera sobre el tema, ella respondió que encantada, yo le dije que el día que ella quisiera, ella dijo que cualquier día después de trabajar, yo le dije que ella dijera, ella dijo que qué tal el jueves de la semana siguiente, yo, por supuesto, le dije que fenomenal, ella dijo que vale... Y quedamos para echar ese café fuera de la sala de masaje, en una cafetería romántica de por allí... Y ese seria el gran día, era mi momento...

La semana pasó lenta, con lo que me dio tiempo a pensar en mil cosas que contarle... Sobre el periodismo, sobre mi, sobre la vida... Y allí estaba esperándola cuando cruzó la puerta del café, tan sutil, tan dulce, tan liviana, tan guapa, y tan hippie, que como siempre la veía con el pijama de masajear, no llegaba a imaginármela de calle... Se sentó junto a mi, con esa sonrisa que tanto me encandila permanentemente puesta, pidió su café y comenzamos a charlar....

Final 1.-

Le echo el tejo a saco, ella se da cuenta y se pone a la defensiva, todo se va al carajo...

Final 2.-

Charlamos de lo divino y de lo humano, le cuento las glorias y miserias del periodismo, pero todo queda ahí... Terminamos y cada mochuelo a su olivo...

Final 3.-

Lo pasamos genial, nos encandilamos mutuamente, tras el café tomamos una copita, la acompaño a casa, me invita a subir... En fin...

Final 4.-

Nos entendemos, charlamos, todo va viento en popa... Pero a la hora de entrar a matar, suelta aquello de que tiene novio y que vive con el... Me quiero morir...

Final 5.-

Todo fluye, charlamos y charlamos, parece que la cosa esta hecha... pero a ultima hora suelta que no quiere mezclar el trabajo con el placer... Y yo no entiendo nada, porque su trabajo es darme placer, pero es lo que hay...

Final 6.- 

Charlamos, nos divertimos, conectamos, nos entendemos... Ese día no pasa de ahí, pero nos comprometernos a vernos de nuevo fuera de la sala de masaje...

Final 7.-

Le explico lo que ella quería saber sobre el mundo del periodismo, y ella decide compensarme y enseñarme los entresijos del masaje tailandés, pero fuera del centro de masajes, en su casa, o en la mía... o en una casa de turismo rural durante el fin de semana siguiente... Buen chanje, la verdad...

Final 8.- 

Charlamos, nos entendemos, nos enamoramos, hicimos el amor como locos y nos fuimos a vivir juntos... El centro de masaje perdió un cliente y yo gané una pareja ideal... Y mi cuerpo masajeado de por vida, y gratis...