El gran Atila



Aquel tipo era muy grande... Tan grande, tan grande, que no se encontraba, y eso era un pequeño problema para él...

No se sabe cómo ni porqué, el caso es que aquel hombre tenía unas dimensiones alejadas de lo normal... 

Cuando caminaba destrozaba todo lo que encontraba. No podía remediarlo, pero todo lo humano era tan pequeño para él que apenas si podía verlo, y si lo veía, no alcanzaba a interpretar lo que significaba para el pequeño mundo que se extendía bajo su enorme cuerpo... Hasta tal punto esto era así, que los que le sufrían decidieron denominarlo Atila, por aquello de que por donde pasaba era difícil que volviera a crecer la hierba, y en este caso por razones obvias.

Digamos que un día caminaba por ahí, descalzo porque no encontraba la manera de encontrar material adecuado para fabricarse unos buenos zapatos, cuando de repente sintió que algo pinchaba la planta de su pie causándole una ligera molestia, un picotazo desagradable pero nada destacable... Cuando se agachó para ver que cosa había causado ese dolorcillo al que se hubiera podido denominar "china" en el zapato si tuviera zapato, pudo comprobar que la causante de la molestia era una pirámide de las de Egipto, de esas que tantas horas y horas de trabajo humano y esclavo habían supuesto en la antigüedad...

Como algo de "pupa" si le hizo, como si tal cosa se acercó a una gran balsa de agua cercana, que vislumbró no demasiado lejos, para meter allí sus pies y aliviar su pequeño dolor... El camino fue agradable, porque todo lo que pisaba era arena... es decir, la arena de aquellos extensos desiertos de Oriente Medio, que a aquel grandullón se le hicieron como si de una playa se tratara... eso si, una playa del mar Mediterráneo, que era justo la balsa, o piscina, o lago natural que él había visto y en el que remojó sus pies aliviado.

De vez en cuando se acercaban a él patrullas de aviones de los ejércitos de los pequeños países cercanos por los que pasaba, aviones tipo caza que le disparaban misiles o helicópteros tipo Tigre que intentaban apercibirle sin éxito... E incluso pequeños helicópteros con periodistas que grababan sin parar imágenes para los programas televisivos... Pero para él eran poco mas que insectos que sólo molestaban, y de los que se libraba con ligeros manotazos... Claro que siempre había que tener en cuenta que sus manos eran del tamaño de seis campos de fútbol, por decir algo...

A veces se divertía tumbándose en el suelo, poniendo su boca a ras y soplando durante algunos segundos... Era entonces cuando se provocaban grandes huracanes que hacían volar todo lo que componía el mundo de los pequeños humanos... esos pequeños bichitos que pululaban por ahí y que eran absolutamente insignificantes para él... mucho más pequeños que una hormiga o una simple pulga para un humano...

En otras ocasiones daba grandes saltos dejando caer todo su cuerpo contra el suelo, y provocando una especie de temblores parecidos a los terremotos, que se podían sentir en varios kilómetros a la redonda... Todo un desastre para la zona pisoteada, donde todo quedaba aplastado y los terrenos devastados... 

Tan grande, tan grande era, que era relativamente fácil controlar sus movimientos desde el espacio... Las estaciones espaciales de la NASA tenían monitorizados todos sus movimientos, y la ventaja es que no hacían falta grandes aparatos telescópicos, ni tecnología de alta definición... con una simple mirada desde el espacio, se le podía ver evolucionar... Y saltar, y correr... Incluso se podía llegar a oír sus gritos que se expandían por el cielo en forma de ondas sonoras, reconocibles y aterrorizadoras...

El caso es que todo el mundo le temía, los gobernantes de todos los países y continentes se aliaban para protegerse de lo devastador de su deambular, los líderes religiosos llamaban a la oración para que el todopoderoso protegiera a la humanidad de su devenir, y los ejércitos de todos los países montaban cédulas de crisis para intentar si no eliminarlo, al menos alejarlo de su territorio...

Pero Atila era ajeno a todo este trajín internacional de aquel mundo insignificante para él... No sabia que había conseguido que todos los países, razas y religiones se reunieran en una organización mucho más potente que la ONU y la OTAN juntas con el único objetivo de eliminarle de la faz de la tierra... No era consciente de que por donde pasaba sembraba el caos y la destrucción... No entendía porqué, de vez en cuando, le molestaban picoteándole..., porque en realidad, daño no le hacían...

Su problema era otro, su problema no era ni terrestre ni planetario, su problema se le escapaba a toda esa humanidad minúscula que luchaba contra él... Su problema era que estaba muy triste porque estaba solo... 

Sólo con que alguien entendiera que necesitaba compañía, y algún científico descubriera como comunicarse con él por las buenas, casi todos los problemas se podrían solucionar...

Al final el gran Atila era muy, muy pequeño...