La mini batidora de leche



Se trataba de un tipo aparentemente afable... 

Un empleado en una compañía de seguros, más en concreto en la sección de riesgos, que resultaba un poco anodino para la mayoría de sus compañeros y que trabajaba lo justo, sin machacarse, marcando un perfil bajo que le haga no destacar y así pasar más o menos desapercibido para sus jefes.

Un padre al uso que interactuaba lo justo con sus hijos, pues el peso de la gestión familiar lo llevaba su esposa, pero que solía estar pendiente de ellos en las cosas tradicionales del estilo deberes escolares o amistades... 

Un esposo "a la orden" que cumplía con sus obligaciones maritales, que solía tener muchos detalles con su mujer y estaba más pendiente de ella que lo que ella suponía... 

Un hijo cariñoso que visitaba cada domingo por la tarde a su anciano padre en la Residencia de ancianos y que casi nunca fallaba a una cita que a veces le parecía demasiado rutinaria... 

Un vecino colaborador pero poco participativo... 

Un amigo triste y que apenas acudía a las reuniones de amigotes en torno a un partido de fútbol y aquellas pesadas cervezas...

Aquel hombre al que casi todos desconocían era amable, triste, meticuloso, detallista, sensible, depresivo y poco visceral... 

Aquel hombre que gestionaba su vivir con un perfil bastante bajo y del que se podrían decir cosas, pero nunca que destacara por nada especial... 

Aquel hombre de mediana inteligencia y escasas ilusiones... 

Aquel hombre afable, descubrió aquel día, sin ser consciente de ello, sin saber como, como si de una repentina protuberancia epidérmica se tratara, que tenía un subconsciente brutal...

Estaba aquel hombre preparando un sábado por la tarde el café para su mujer, su hermano y la impresentable de su cuñada, que se habían juntado en casa para comentar algunos asuntos relacionados con el abuelo. 

Decidieron que mientras su mujer les atendía el prepararía el café con pastas para todos, ya que no soportaba a una cuñada histriónica, fea, manipuladora y que había secuestrado claramente la voluntad de su hermano pequeño. 

El asunto a tratar era turbio, pero nada grave si no fuera por la mala influencia de esa cuñada que lo intoxicaba todo simplemente con su presencia, y cuyos planteamientos eran no sólo inasumibles sino desesperantes. 

Estaba aquel hombre pensando todo esto a la vez que intentaba sacar espuma de la leche para el café de su mujer, y es que a ella le encantaba así... 

Estaba aquel hombre manos a la obra con una jarra de tamaño mediano y estrechada en el centro para que no se saliera la leche, comprada en el "chino" de la esquina por 1,80 euros, y una pequeña batidora de leche, aunque con más potencia que las que venden en el "chino". 

Era una batidora que había comprado en la tienda de electrodomésticos por 9 euros, y cuyo motor tenía una potencia muy superior a lo habitual... Tanto que sacaba una fantástica espuma de leche en apenas unos segundos y con una consistencia excepcional...

Pero en esta ocasión no tardó unos segundos en hacer la espuma de leche... Mientras la hacía, por espacio de varios minutos, pensaba en cosas terribles que hacer con aquel pequeño electrodoméstico... Y todas, claro está, dirigidas a su pérfida cuñada...

En aquellos minutos pensó en meter a su cuñada, después de convertirla en diminuta, en aquella jarrita de los "chinos" llena de agua, agarrada a un trozo de galleta flotante, y aplicar la fuerza huracanada de su batidora de leche, a modo de tifón destructor, en forma de tsunami demoledor y sin salida posible... y disfrutó viendo como aquella bruja iba de un lado para otro, se ahogaba en aquella tormenta improvisada, se desesperaba, se hundía para volver a subir y volver luego a hundirse...

Sin darse cuenta, también en aquellos escasos minutos, se imaginó a sí mismo con aquella mujer atada a una silla con correas, y manejando una sierra que cortara la parte superior de su cráneo de una forma recta y limpia, para luego proceder a usar aquella maravillosa batidora de leche como un improvisado batidor de cerebro, mezclando brutalmente sus neuronas, llevando a lo físico de una forma terrible aquello que había leído sobre la sinapsis neuronal, convirtiendo aquella inocua materia gris en una especie de papilla blanquecina, haciendo un favor al mundo por librarle de mentes perturbadas como aquella al convertir en casi líquido algo que él consideraba demasiado espeso y grumoso...

También tuvo tiempo de rememorar a uno de sus héroes de la infancia, al profesor Franz de Cophenague, aquel personaje del TBO, con siglas y con b, que no era sino un ingenioso inventor con cabeza calavérica que creaba las más estrambóticas máquinas, absolutamente difíciles de montar y en ocasiones imposibles incluso de imaginar, para automatizar las cosas más sencillas que a su autor se le ocurrían cada semana... Y lo rememoró imaginando en su cabeza un complicado dispositivo que tras muchos movimientos y coincidencias, terminara aplicando impactos de batidora de leche en funcionamiento sobre todo el cuerpo de su cuñada... ora con plumas que le hicieran morir de risa, ora con brochas que repintajearan todo su cuerpo, ora con mini cuchillas que socavaran su piel...

Y ahí estaba aquel hombre imaginando todo aquello, dándole una nueva dimensión a aquella maravillosa herramienta sólo pensada para batir leche... cuando su mujer entro en la cocina y le dio en la cabeza... "Pepe, espabila y vente para acá, que tu cuñada ya empieza con el lío..."

Entonces, aquel hombre despertó de su sádico sueño, y sacó lentamente la batidora de leche de aquella jarra de los "chinos", la limpio con la rodea de forma profusa mientras fruncía el ceño y su mirada se abrillantaba, la encendió y apagó hasta tres veces para comprobar su potencia y buen funcionamiento, se remangó, removió varias veces sus hombros para forzar una relajación necesaria, levantó la barbilla como liberando su nuez... y se dirigió lenta pero decididamente hacia el salón mientras seguía probando el buen funcionamiento de su batidora de leche...

Lo que allí pasó fue indescriptible...