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—Hola señorita, necesitamos una habitación...
Diana, la recepcionista, levantó la mirada para cruzarla con la de una impresionante mujer madura, vestida con una elegancia de llamar la atención, con el rostro bronceado y una altivez en el gesto que le hizo dar una pequeño paso hacia atrás.
Mientras se recuperaba de la impresión, contestando con toda la tranquilidad que pudo...
—Claro... ¿alguna preferencia?...
...Diana descubrió, a la vez que atisbaba por encima del hombro de aquella mujer, a tres o cuatro pasos por detrás, a un joven realmente guapo... ojos azules, rostro anguloso, torso fornido, mirada chispeante...
Y al tiempo que obligaba a su nueva clienta a mirar hacia abajo con la excusa necesaria de...
—Podría firmar aquí, por favor...
...Diana clavó su mirada en la de aquel joven, que respondió inmediatamente alzando los hombros y la mirada de manera casi imperceptible, tras lo que coincidieron en esbozar una breve y cómplice sonrisa.
La mujer recogió su llave y se dirigió hacia el ascensor seguida de aquel tipo que se acababa de instalar en los sueños de Diana.
Casi media hora más tarde, cuando la recepcionista aún fantaseaba con aquel chico, sonó una llamada de la habitación que este compartía con la mujer madura...
—Vaya por Dios —pensó—, ahora me pedirá ostras y champán, o algo así, la muy bruja...
Tras el auricular, la voz dominante de la mujer le pidió...
—¿Podrían subirnos un parchís a la habitación, por favor...?