Zen



El ambiente era tranquilo, muy tranquilo... 

La luz era suave, muy suave, podríamos decir que tenue y bastante dispersa, con un tono caliente, como anaranjado, procedente de un solo foco, allá, escondido en el rincón y proyectado tímidamente hacia el techo... 

Las paredes estaban pintadas de un color blanquecino con un toque de crema, medianamente lisas, con una textura áspera e irregular, con un tono ni sucio ni limpio, casi vacías, sin apenas sujetar nada salvo un pequeño reloj y alguna pequeña grieta casi imperceptible...

El techo no era ni alto ni bajo, y estaba cruzado por unas vetustas vigas de madera que parecía olmo, teñidas de irregularidad, paralelas pero no del todo, equidistantes, pero no del todo, con apariencia de resistentes y resilientes... transmitiendo seguridad en cualquier caso...

La puerta era grande, voluminosa, pesada... rebosaba dureza e impenetrabilidad, y estaba aderezada con unos herrajes antiguos y chirriantes y un picaporte poco habitual... transmitía protección, proyectaba intimidad...

El suelo era también de madera, a base de tablas anchas y no muy regulares, con los lados algo levantados en algún caso, con esa mínima distancia entre tablas venida a más, que dejaba expandir la madera al pisar, provocando ese mínimo chirrido apenas audible, salvo en un silencio abrumador...

El aroma que presidía la sala era recogedor, quizás un poquito embriagante, con base de sándalo y muchos matices florales imposibles de identificar si no eres un experto en flores y no tienes amaestrada la pituitaria... en cualquier caso, contribuía a sedar los sentidos, incluso los no olfativos...

La temperatura era muy templada, suavemente impregnada de imperceptibles altibajos que deambulaban por el intraespacio... Nadie medianamente normal podría decir que tenía o había tenido frío o calor, solo pequeños escalofríos no se sabe si procedentes de dentro o de fuera de las entrañas...

El sonido era muy muy suave..., a veces chillón, a veces campanil, a veces aviolinado... pero siempre repetitivo, como armando un mantra, como creando continuidad, como esculpiendo el aire al modo en que las inclemencias del tiempo esculpen las rocas o las olas esculpen los acantilados... Y relajante, muy relajante...

Sobre el suelo una alfombra de lana sedosa y multicolor, y sobre ella, un colchón tipo futón, de esos que son a la vez duros y blandos, aislando perfectamente la temperatura del solado, con un color marrón muy sufrido y un tapizado de algodón de bastante gramaje, fuerte, resistente, algo áspero... con esa característica del futón japonés que hace que se adapte al cuerpo sin ambages...

Sobre el futón, algunos cojines duros thailandeses, de aquellos que se organizan, doblan y desdoblan triangularmente, para sentarte sobre ellos recto en posición yogui, para apoyar la cabeza, para reposar, para evadirte...

En una esquina, en concreto en la esquina sureste, como dando rienda suelta a un escasamente enarbolado feng shui, una cortina de tipo circular, exactamente un cuarto de círculo, colgada de una barra circular de forja, con unos generosos aros de madera, con una textura traslúcida de algodón fuerte, con una mínima greca dibujando algo... Y todo para tapar un escaso espacio en el que cambiar el hábito... en el que mudar los ropajes urbanos por un pijama liviano... En el que convertir la rigidez de la moda en soltura, en aire, en comodidad, en banalidad...

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Entras allí, observas, respiras, te imbuyes lentamente de todo lo que te rodea, mudas el hábito, sueltas los músculos de tus extremidades con movimientos lentamente convulsos, te sientas primero, despacio muy despacio, sobre el futón..., para luego recostarte, también lentamente... Estiras todas las partes de tu cuerpo todo lo posible... Y esperas...

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Entonces entra ella, en silencio, descalza y casi de puntillas, se recoge el pelo en una coleta improvisada, remanga los pantalones de su pijama, o kimono, o lo que sea eso..., se sitúa junto a tu oído de cuclillas y te susurra dulcemente... 

-¿Qué va a ser hoy...?

Y no te queda otra que contestar...

-Ya sabes... He venido aquí a recuperar lo que es mío...